Un paseo por Oporto.
Al fondo el Oporto viejo con su belleza decadente encandila, seduce como si el tiempo en algún momento se detuviera y la mano humana construyera anárquicas viviendas a modo de terrazas sobre el río.
Sigo caminando observo el Palacio de la Bolsa , la plaza con la estatua del Infante D. Enrique, el Mercado Ferreira Borges (reconvertido en galería de arte) con hierros rojos construidos en perfecta armonía, encuentro viejas librerías de maderas carcomidas, polvorientas, tal y como las dejaron sus últimos moradores, muchas cerradas. Pastelerías a ambos lados de la calle, olor a pan recién hecho, veo merengues y otros manjares.
Por empinadas y empedradas calles llegamos a la catedral y cerca la estación de S. Bento de 1910 realizada por el arquitecto Marques da Silva , su atrio está revestido con veinte mil azulejos con representaciones históricas del pintor Jorge Colaço. Un placer para la vista.
Encontramos tranvías de otras épocas cerca de la Plaza de la Libertad, subiendo por la Avenida de los Aliados alcanzamos el ayuntamiento, justo detrás la Iglesia de la Trinidad (Igreja da Trincade).
Fin de etapa, descanso mirada atrás, vuelta con la mochila repleta de buenas sensaciones de la vieja ciudad de Oporto.
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