En el centro de
Francia (Auvernia) se sitúa la ciudad de Clermont-Ferrand, por cierto lugar de
nacimiento del matemático, filósofo y escritor
Blaise Pascal.
Al oeste de la ciudad, una cadena montañosa volcánica de unos 30 km de longitud (Chaîne
des Puys o Monts Dômes) dibuja un paisaje impropio para la época (agosto
2013), colinas redondeadas y cubiertas por un extenso manto verde flanqueados por
múltiples caminos dirigidos hacia los cráteres.
Una
buena parte de la ciudad ocupa una loma volcánica llamada meseta central. Se
trata, en realidad, del borde este de un cráter marino datado en ciento
cincuenta mil años (desde la plaza de Jaude hasta la intersección Europa de
Chamalières). Éste mide alrededor de 1,5 km de diámetro y ha sido sedimentado
por los aluviones del Tiretaine, un pequeño riachuelo que atraviesa la ciudad.
Además, Clermont ha sido construida rodeando el valle del río Allier. (Fuente: wikipedia)
Desde el Puy-de-Dôme con 1.464 m, vemos ruinas romanas y visitamos un centro de interpretación. La tormenta no tardó en alcanzarnos.
Muchos monumentos pueden desconcertar por su aspecto
sombrío. El material de construcción tradicional es, en efecto, la piedra de Volvic –extraída
de las grutas basálticas de la cadena de montañas, y que va desde el
gris claro al negro intenso.
La catedral
de Nuestra Señora de la Asunción, construida entre 1248 y 1902. Sus dos torres constituyen
uno de los símbolos de la ciudad.
Desde la cima del Puy-de-Dôme:
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